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Estudio sostiene que las mariposas "pueden polinizar las flores gracias a la electricidad"

Una mariposa cola de golondrina succiona el néctar de una flor de verbena en la isla de Jeju, Corea del Sur - Foto: EFE
Una mariposa cola de golondrina succiona el néctar de una flor de verbena en la isla de Jeju, Corea del Sur - Foto: EFE
Un científico midió la carga eléctrica neta de once especies de mariposas, nativas de cinco continentes.

Las mariposas no solo codician el néctar de las flores, sino que también pueden ayudar en su polinización gracias a una carga de electricidad estática que acumulan al volar, según un estudio.

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Los lepidópteros, es decir, las mariposas diurnas y nocturnas, forman parte de los insectos polinizadores, que transportan el polen de una planta con flores a otra para su reproducción.

Un rol minimizado por algunos estudios que consideran a esos gráciles voladores como "parásitos", más sedientos de néctar que de otra cosa, señala el biólogo Sam England, del Instituto Leibniz de Ciencias de la Evolución y Biodiversidad de Alemania.

Este experto acaba de publicar un estudio en la revista Interface de la Royal Society británica donde mide por primera vez la capacidad de polinización de las mariposas gracias a la electricidad que el insecto acumula al volar.

No fue hasta la década de 1980 que los biólogos asumieron que las fuerzas electrostáticas también podrían jugar un papel en este proceso indispensable para la reproducción sexual de las plantas con flores.

- Cargas positivas y negativas-

"Es algo que no se ha explorado en detalle en términos de ecología", dijo Sam England.

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La idea es que, al volar, el cuerpo del insecto acumula una carga eléctrica positiva, producida por la fricción de las alas con el aire.

Dado que "una buena proporción del polen de las flores tiene carga negativa", explica el biólogo, las cargas opuestas se atraen, dirigiendo el polen naturalmente hacia el abdomen del insecto polinizador.

Este polen adquiriría entonces una carga positiva durante su transporte hasta otra flor, donde sería atraído naturalmente por el campo eléctrico negativo de esta flor.

"Hemos demostrado que las abejas acumulan así cargas eléctricas considerables", según él, pero "nadie lo había cuantificado en el caso de las mariposas".

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Para su estudio, derivado de su tesis doctoral en la Universidad de Bristol en el Reino Unido, Sam England midió la carga eléctrica neta de once especies de mariposas, nativas de cinco continentes.

Para ello utilizó un picoamperímetro, un instrumento que mide cargas eléctricas ínfimas, colocado a la salida de un túnel en el que cada mariposa volaba al menos 30 segundos.

El resultado, según el investigador, es que "la mayoría de los lepidópteros acumulan una carga eléctrica positiva".

Luego utilizó un programa de simulación numérica para modelar el campo eléctrico establecido entre el insecto y la flor, así como su efecto sobre el polen.

El estudio concluye que, en promedio, la carga eléctrica del insecto proporciona una fuerza electrostática suficiente para levantar un centenar de granos de polen a una altura de 6 milímetros en menos de un segundo, hasta el abdomen de la mariposa.

Todo esto desemboca en una polinización "sin contacto" entre la flor y el insecto.

El estudio encontró que la capacidad de carga de las mariposas variaba significativamente entre especies. El investigador sugiere que esto podría estar relacionado con la presión evolutiva.

"Son especulaciones por el momento, pero hay correlaciones con diferentes factores ecológicos", según Sam England.

"Algunos animales podrían sacar provecho al hecho de ser buenos polinizadores", con una carga eléctrica alta, "ya que esto significaría que habría más plantas de las que se alimentan".

Por el contrario, otros podrían beneficiarse de llevar una carga eléctrica más baja, ya que la acumulación de polen podría ralentizarse y hacerlos más vulnerables a los ataques de depredadores.

"También hemos descubierto recientemente que algunos animales pueden detectar a otros gracias a la carga eléctrica que llevan", como las orugas, que así perciben la proximidad de una avispa.

El objetivo entonces para algunos insectos sería ser "eléctricamente invisibles o camuflados", sostiene el investigador.


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