Cuando los países firmaron el Acuerdo de París en 2015, lo hicieron con la promesa de reducir sus emisiones y proteger al planeta del colapso climático. Pero no todos lo hicieron con la misma urgencia. Hoy, a una década de aquella firma, solo una minoría ha cumplido con el plazo para actualizar sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC) de cara a 2035. Y mientras el mundo intenta evitar el desastre ambiental, una nueva tormenta geopolítica amenaza con cambiar las reglas del juego: el regreso del proteccionismo liderado por Estados Unidos.
La política comercial de la administración Trump —renacida con fuerza— reavivó la guerra arancelaria con China, desencadenando una dinámica que se siente en toda la economía global. Las cadenas de suministro vuelven a tensarse, el comercio se fragmenta, y los países del sur global, como muchos en América Latina, se ven atrapados en medio del conflicto entre potencias. ¿La solución? No está en volver al pasado, sino en anticipar el futuro. Y en ese futuro, las NDC no son solo compromisos climáticos: son herramientas de política económica, industrial y estratégica.
El nuevo tablero económico: menos globalización, más competencia verde
En lugar de una economía global integrada, el mundo se desliza hacia bloques económicos más cerrados, que privilegian la producción interna, los subsidios industriales y los controles fronterizos. Europa aplica ajustes de carbono. Estados Unidos invierte masivamente en su industria limpia. China refuerza su autosuficiencia. En este contexto, América Latina necesita algo más que tratados de libre comercio: necesita un modelo de desarrollo propio, moderno, competitivo.
Las NDC, si se usan inteligentemente, pueden convertirse en ese modelo. Al orientar inversiones públicas y privadas hacia sectores sostenibles —energías renovables, movilidad eléctrica, agricultura regenerativa, infraestructura resiliente— se abren oportunidades para crear empleos, mejorar servicios y reducir vulnerabilidades. A largo plazo, es una apuesta por una economía menos expuesta a los vaivenes del comercio global y más capaz de competir en los mercados que exigen sostenibilidad.
América Latina: potencial sin estrategia
La región cuenta con una de las matrices energéticas más limpias del mundo, recursos naturales estratégicos como el litio, el cobre o el sol, y una juventud deseosa de cambio. Pero sigue exportando materias primas sin valor agregado, dependiendo del petróleo y con sistemas fiscales frágiles. Las NDC podrían ser el puente entre el desarrollo verde y la justicia social, pero para eso deben dejar de ser documentos técnicos aislados y convertirse en políticas de Estado con respaldo político, financiamiento robusto y visión a largo plazo.
Chile avanza en hidrógeno verde. Brasil experimenta con bioeconomía en la Amazonía. Colombia propone una transición energética justa. Son señales prometedoras. Pero el resto del continente necesita más ambición, más coherencia y, sobre todo, más acción.
Los mercados de carbono: ¿financiamiento o espejismo?
Una de las herramientas más potentes —y polémicas— para implementar las NDC es el mercado de carbono. Bien diseñado, puede movilizar miles de millones hacia proyectos de mitigación y adaptación. Mal regulado, puede convertirse en una nueva forma de extractivismo encubierto. La clave está en la integridad, la transparencia y el enfoque territorial. América Latina no puede permitirse repetir los errores del pasado.
Aquí, el Artículo 6 del Acuerdo de París ofrece una vía: transferencias internacionales de emisiones verificadas, bajo marcos bilaterales, que permiten que un país financie acciones climáticas en otro y las contabilice hacia su propia NDC. Si se asegura el respeto a los derechos humanos, la consulta previa y la distribución equitativa de beneficios, esta herramienta puede transformar territorios enteros.
Una estrategia regional para un mundo incierto
Frente a un escenario global donde el multilateralismo retrocede, América Latina necesita actuar con inteligencia colectiva. No es suficiente que cada país actualice su NDC de forma aislada. La región debe construir una visión común que defienda el acceso a financiamiento climático, promueva cadenas de valor verdes regionales y posicione sus productos como sostenibles en mercados exigentes.
¿Puede América Latina convertirse en líder climático en el sur global? Sí. Pero no será por inercia. Será por decisión política. Por visión estratégica. Por usar las NDC como lo que son: una herramienta de transformación, no una casilla burocrática.
Lo que está en juego
Las nuevas reglas comerciales ya no se basan solo en eficiencia o costo. Se basan en carbono. Los productos intensivos en emisiones pagarán aranceles. Las inversiones irán donde haya certidumbre climática. Los consumidores exigirán trazabilidad y sostenibilidad. En este mundo, los países que no actualicen sus NDC con ambición y coherencia quedarán atrás y América Latina no puede permitirse quedarse atrás otra vez.”