La última concentración de María Corina: llanto, rosarios y flores sellaron el cierre de campaña por Edmundo González
Eran las 4:30 de la tarde de este jueves cuando dijo: "listo, nos vamos".
María Corina Machado subió, después de Edmundo y su esposa, al camión que le regalaron para hacer la gira por Venezuela en la que sorteó todo tipo de persecución, acoso y bloqueo. Es el último acto de masas antes de las elecciones. Ya todo está dicho. Ya recorrió el país de punta a punta levantando todo tipo de emociones.
El punto de partida es la casa de su partido, Vente Venezuela, en una acomodada urbanización del este de Caracas.
En un viejo camión 350 con barandas de madera se sube la prensa; otros reporteros en la parte trasera de una pick up, las dos camionetas 4x4 que fueron vandalizadas en Lara (aún con restos de pintura abolladuras y vidrios partidos), una docena de motorizados y un par de vehículos particulares en los que viajan los militantes del partido.
Comienza la avanzada: El objetivo es llegar a Las Mercedes, municipio Baruta del área metropolitana de Caracas.
El candidato outsider va sentado junto a su esposa e hija en el segundo piso del camión, a la vista de todos, es vehículo y tarima al mismo tiempo, porque a María Corina le impiden montar un acto de masas con escenario y sonido envolvente.
María Corina va de pie, saludando a los que se asoman a los balcones de los lujosos edificios de los que brotan manos de niños, jóvenes y adultos. Se asoman ante el bullicio de la canción que suena en las cornetas del camión.
Saludan los gochitos del mercado, el celador del colegio, las mujeres de servicio. Le da chance de dar una entrevista en vivo, se toma una selfie con Edmundo; la publica en sus redes; canta el coro de canción de la campaña, y vuelve a sentarse sobre la corneta.
Se desenreda el cabello de los dos rosarios que le cuelgan del cuello. Pasa frente a una emisora privada donde no puede ser entrevistada porque los dueños han sido amenazados con ser despojados de la licencia con la que operan, y sigue esquivando las ramas de los árboles cargados de mango porque este año la temporada ha sido más larga de lo habitual.
Mientras se aproximan a una vía principal, los motorizados ya suman treinta, cuarenta, ochenta, los vehículos cornetean y comienzan a hacer una fila. Ya es oficialmente una caravana.
Desde Las Mercedes le informan que una muchedumbre la está esperando.
Se adentra a una calle de restaurantes; comienzan a salir los mesoneros, personal de limpieza y cocineros a grabar con sus teléfonos.
Ella les sonríe y ellos lanzan besos.
El paisaje es adornado por mega construcciones de lujo que quedaron detenidas tras el escándalo de corrupción más grande que se haya develado en los últimos años, y que costó la vida política del "hermano de Maduro", Tareck El Aissami.
Seis de la tarde y la caravana se hace más lenta, saluda a las personas que están en ambos costados de la calle, le regalan rosas, cuadros, y un rosario que, por el tamaño, ha de ser para colgar en la pared, pero en agradecimiento se lo lanza al cuello y casi llega al piso.
En el cielo, los loros y guacamayas que recorren Caracas a esa hora, acompañan por unos segundos la línea de la caravana.Cuando cotorrean parecen sumados al coro de abajo.
Una abuela con una franela en la que se lee "Voluntarios por la Libertad" baja la cara muerta de llanto; es como si después de 25 años le diera vergüenza llorar de esperanza.
Ya no puede avanzar la caravana sin que un grupo de seguidores la ayude a abrir paso entre la muchedumbre.
Se abren paso entre los carteles de Maduro que tapizan toda la ciudad. Los panfletos ni los inmutan. En otra Venezuela hubieran sido arrancados, ahora la reacción es más estruendosa, los ignoran.
Se empieza a escuchar con fuerza: “¡Sí se puede; sí se puede!”.
- “Yo vine porque quise, a mi no me pagaron”, otra consigna que alude a la práctica chavista de comprar gasolina y dar incentivos a las personas para que acudan a las marchas de Maduro.
La caravana de María Corina y Edmundo comienza a adentrarse en una espesa masa de gente en la avenida principal de Las Mercedes. Le gritan, la aplauden, le cantan, la quieren tocar, se secan las lágrimas, le entregan estampitas y le lanzan flores.
Las demostraciones de amor no son exclusivas de las mujeres. Los hombres aprietan los puños en señal de victoria con los ojos aguarapados: “Maríaaaaa” y ella junta las manos y las pone frente a su boca. Es una imagen que evoca devoción.
La muchedumbre que la ovaciona quedó lejos de ser la típica clase alta, vestida de blanco con protector solar en los pómulos.
La mayoría tiene la piel curtida, propia del mestizaje venezolano, con evidente apariencia humilde y dentadura descuidada.
María Corina mira alrededor, se acerca al candidato y le señala el río de gente.
Elige un punto para hablar, hace seña a sus colaboradores, pide el micrófono y saluda. La euforia no se hace esperar.
Frente a la plaza Alfredo Sadel da su discurso de siempre. Pide votar por Edmundo, le levanta la mano, habla de heroísmo, de un país potencia, del fin de la persecución, de la reunificación de las familias.
“¿Quién defiende tu voto?”- pregunta.
- Yoooooo, se escucha al unísono.
“Esta no es solo una lucha electoral, es una lucha existencial y el domingo ganamos y cobramos”.
María Corina sabe la importancia de vigilar el voto, y dice que los verdaderos héroes serán los electores y testigos, porque "en ellos está el cambio".
Da la palabra a Edmundo; a él se le escucha menos, pero eso no resta la euforia colectiva.
Toma de nuevo el micrófono y comienza a entonar el himno nacional para dar cierre al acto. A todo gañote como miles que la estaban escuchando canta el ‘Gloria al bravo pueblo’:
"¡Abajo cadenas, abajo cadenas!; gritaba el señor; y el pobre el su choza libertad pidió…"