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Sábado, 21 de diciembre de 2024
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Héctor Schamis Héctor Schamis

Soberanía e integridad territorial: la fórmula de paz para Ucrania

Lea aquí la última columna de opinión de Héctor Schamis, profesor de la Universidad de Georgetown.

Dos semanas atrás se llevó a cabo en Bürgenstock, Suiza, la Cumbre por la Paz en Ucrania. Ello sobre la base que la guerra que la Federación Rusa lleva adelante continúa produciendo enorme sufrimiento y destrucción, y originando riesgos con repercusiones globales.

La Cumbre fue convocada por el gobierno de la Confederación Suiza con el objetivo de diseñar una fórmula para alcanzar dicha paz. Tres premisas organizaron la discusión. Primero, la necesidad de garantizar la seguridad y aptitud medioambientales de las instalaciones de energía nuclear bajo control soberano de Ucrania. Ello incluye la planta de Zaporizhzhia, en ocasiones un objetivo de las fuerzas rusas.

Segundo, lograr un intercambio completo de prisioneros. Esto reviste especial importancia en relación a civiles ucranianos ilegalmente detenidos y, más aún, a las decenas de miles de niños ucranianos secuestrados y deportados a Rusia. Recuérdese que por dicho crimen de guerra la Corte Penal Internacional libró órdenes de arresto contra Putin y su Comisionada por los Derechos del Niño.

Tercero, asegurar la libre navegación comercial y el acceso a los puertos en el Mar Negro y el Mar de Azov. La seguridad alimentaria global—convertida en arma de guerra por Rusia—depende del normal suministro de granos, hoy interrumpido. Rusia libra con ello una verdadera guerra económica de agresión contra el mundo. Si Ucrania no puede exportar sus granos, su economía sufrirá todavía más, aumentarán los precios de los alimentos y con ello el hambre en países de ingreso bajo.

Finalmente, y de acuerdo con la Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional, la Cumbre especificó que los principios de integridad territorial y soberanía deben constituir la piedra angular para alcanzar una paz comprehensiva, justa y duradera en Ucrania.

Este último punto es fundamental para desarticular la idea de Rusia y algunos de sus aliados—Brasil entre ellos—de un armisticio que regrese al status quo del 23 de febrero de 2022, el día anterior a la invasión. Ello normalizaría y legitimaría la ilegal anexión de Crimea y la ocupación del Donbas en Ucrania oriental, ambas ocurridas en 2014.

Todo lo anterior se lee en el Comunicado Conjunto resultante de la Cumbre. Lo firman 84 Estados y seis organizaciones internacionales. Todos los países europeos, varios de Asia y algunos de África lo hicieron. En América firmaron el comunicado Antigua y Barbuda, Argentina, Canadá, Chile, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, Guatemala, Guyana, Perú, Estados Unidos y Uruguay. También lo firmó la OEA, representada en Suiza por Luis Almagro.

O sea, el paisaje en las Américas no es de los más promisorios. De 35 países del hemisferio, solo 12 asistieron y firmaron el comunicado producido en Suiza. Ello se explica en parte por el generalizado apego a la arcaica y hoy insustancial noción de “neutralidad”, pero también por la política exterior de Rusia y otras autocracias que buscan alejar de Occidente a los países de las Américas. Rusia tiene presencia militar en Cuba, Venezuela y Nicaragua, este último constituyendo una amenaza a la paz y la seguridad de una región especialmente vulnerable. Costa Rica, limítrofe con Nicaragua, no posee ejército.

La ausencia generalizada también tiene que ver con la política exterior de algunos países grandes de la región. Brasil, por ejemplo, aparece alineado con Rusia en muchos foros internacionales. De hecho, Brasil y China propusieron en conjunto su propio plan de paz alternativo, el cual contó con el apoyo de Putin.

Sin demasiadas precisiones, el plan propone de-escalar el conflicto, aumentar la ayuda humanitaria y generar condiciones para una cumbre alternativa que incluya a ambos, Rusia y Ucrania. No hay referencia alguna acerca de la soberanía y la integridad territorial de Ucrania. Por cierto que una mediación con el apoyo del agresor no ofrece garantías de imparcialidad; Zelensky aseguró que sólo se trataba de un intento de sabotear la cumbre de Suiza.

Todo lo anterior sirve para comprender la activa presencia de Ucrania en la reciente Asamblea General de la OEA en Asunción, buscando despertar solidaridad, estrechar lazos y tender puentes de cooperación con América Latina. Ello subrayando rasgos comunes: países productores de alimentos, vulnerables ante el expansionismo híbrido y militar de Rusia, y con sus respectivas historias post-coloniales. Para ello propone una Cumbre Ucrania-América Latina.

Pero es paradójico y triste lo que ocurre donde gobiernan aquellos que se consideran “de izquierda” en América Latina. La narrativa siempre ha sido en clave de teoría de la dependencia, la reafirmación de la soberanía, contra el imperialismo y toda forma de dominación neocolonial. El problema es que esa misma izquierda carece de credibilidad, siempre termina alineada con alguna autocracia expansionista.

Ucrania no es solo Ucrania. Es un diagnóstico de la falta de principios que corroe América Latina.


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