Justicia climática: la riqueza ecológica y de biodiversidad de los países del sur global
Hasta 2016, cuando Colombia firmó el acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC, el sur del departamento del Meta en Colombia fue un territorio restringido para el resto de colombianos.
Así que durante 60 años, el ecosistema de esa región del país tuvo un acceso limitado y con un menor impacto de la explotación ganadera y agropecuaria. Con la paz, también llegaron nuevos habitantes a la región y comenzó a crecer la frontera agraria, es decir la tala de los bosques amazónicos que cubren esa región del mundo.
Hoy el Meta es una de las regiones que sufre mayor deforestación en Colombia. Así como esta región, son muchos los ecosistemas de países en desarrollo que se están viendo amenazados.
Los países de América Latina, África y Asia, mal llamados países del sur o subdesarrollados, todavía conservan buena parte de sus ecosistemas y albergan el 80% de la biodiversidad del planeta, y sus bosques absorben un tercio de las emisiones de CO2 a la atmósfera.
Mientras tanto, los países que se dicen “desarrollados” o del norte, además de haber deteriorado de manera acelerada sus propios ecosistemas, son los responsables del 80% de la emisión de los gases efecto invernadero que nos tienen en este colapso climático.
Así que muy pronto, el mundo dará un vuelco, pues serán los países del “sur global” los que tienen lo necesario para lograr la supervivencia de la especie humana en el planeta.
Gracias a los Acuerdos de Paris, firmados en 2015 por 196 países, hoy se le puede dar un valor, más allá del valor monetario a los ecosistemas y a la biodiversidad. Hoy, quienes están contaminando deben comenzar a pagar el precio justo para reparar los daños que le hacen a nuestro planeta.
Hoy los gobiernos de los países pobres en dinero, pero ricos en diversidad, como los de América Latina, deben ver el potencial que tienen en sus manos, comiencen a protegerlo, valorarlo y ponerle un precio económico justo. Y a través de mecanismos de compensación como los créditos de carbono, los países que contaminan y tienen recursos económicos paguen por su conservación.
Los países que hoy son ricos y que contaminan, deben comenzar a pagar a los países que se dicen pobres pero que tienen la riqueza ecológica que el mundo entero debe proteger.
Lograr las metas que nos planteamos para frenar el cambio climático implica un cambio en el modelo económico neoliberal que nos impuso el "norte global” y que nos ha llevado a la peligrosa situación en la que nos encontramos.
De ahí que, los países del “sur global” tenemos el deber de unirnos y proponer un nuevo modelo económico sostenible, en el cual la biodiversidad y la conservación de los ecosistemas sean valorados, valor que requerimos se traduzca en recursos para financiar el desarrollo sostenible de nuestras naciones.
En esta tarea los proyectos de carbono, como el que estamos desarrollando en el Sur del Meta, son una oportunidad para que las comunidades encuentren incentivos en la conservación de sus ecosistemas y con los recursos económicos que reciban por la venta de los créditos de carbono puedan tener un desarrollo sostenible a partir de la vocación económica de su región.
Con los proyectos de carbono ganan las comunidades, ganan los países del sur y se genera una justicia climática en donde los que más contaminan pagan el valor justo por la conservación de los ecosistemas que todavía quedan.