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Domingo, 24 de noviembre de 2024
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Arturo McFields Daniel Ortega

Las 3 derrotas de Ortega y su amargo “triunfo” electoral

Lea aquí la columna de opinión de Arturo McFields, exembajador de Nicaragua ante la OEA y miembro del Cuerpo de Paz de Noruega.

La dictadura de Nicaragua marcó un nuevo récord y se adjudicó el 100% de las alcaldías del país. Ortega “triunfó” en una votación sin competencia, con 82.6% de abstencionismo, más de 1,000 candidatos fantasmas y 220 nicaragüenses bajo cárcel y tortura en El Chipote.

El pasado 6 de noviembre Nicaragua celebró elecciones (asignaciones) municipales, las primeras de este tipo tras la rebelión de abril de 2018, cuando 350 personas fueron asesinadas, según estimaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

En los comicios del fin de semana la dictadura se otorgó el 100% de las alcaldías, 153 municipalidades en total. Fue una victoria opaca y con sabor amargo, solo un 17.3% de la población apta para votar participó de la farsa electoral, el resto se quedó en casa. Dicho esto, me gustaría compartir lo que a mi parecer fueron las 3 derrotas de la dictadura.

La derrota interna

Las Unidades de Victorias Electorales (UVE), es decir el cuerpo organizativo que movilizaría el voto y a los votantes fracaso. La mística organizativa del FSLN no dio la talla en su tarea de convocar a los 3.7 millones de nicaragüenses previstos a ejercer el derecho al sufragio.  Durante el último año Ortega y también Murillo, habían coordinado, por teléfono por supuesto, toda una estrategia política y logística para obtener una votación masiva, nunca antes vista en la historia de Nicaragua. La estrategia fracasó. De acuerdo al Observatorio Urnas Abiertas, por primera vez se registra un abstencionismo brutal, superior al 82.6%. Las UVE no pudieron movilizar el voto sandinista y mucho menos el voto de los trabajadores del Estado. Los funcionarios civiles y militares, grandes y pequeños, tenían que mandar una selfi con el dedo manchado y si fuera posible también la boleta marcada en la casilla dos.

La derrota internacional

Si bien en cierto, inicialmente Ortega quiso guardar las apariencias dando espacio a cinco partidos colaboracionistas e invitando a tres instituciones del Estado a observar el proceso de votación, su puesta en escena no convenció. Las actuaciones fueron pésimas, no se aprendieron el libreto y la mayoría de estos actores de reparto no se presentaron el día del show. Ojo incluso Maduro en Venezuela invitó al Centro Carter y a la Unión Europea en uno de sus últimos simulacros electorales, pero en Nicaragua Ortega no pudo. El temor y la avaricia lo quebraron, no quiso correr el riesgo y optó por asignarse todas las alcaldías, montando unas elecciones “a la cubana”:  sin competencia, sin observación y sin credibilidad.

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La derrota moral

Mientras los nicaragüenses y el mundo ven a los 220 presos políticos como la reserva moral de una nación en decadencia, Ortega en estos comicios simulados lució débil, desesperado y desacreditado. El Comandante, que antes recorría todo el país y hacía campaña electoral, hoy se limita a dormir la siesta y dejar que su mujer gobierne por teléfono. La tarde del domingo fue vergonzoso ver a los miembros de las Unidades de Victorias Electorales rogando, obligando y extorsionando a los nicaragüenses a participar en aquel carnaval político. Los correos electrónicos, las redes sociales e incluso las armas no lograron sacar a la gente de sus hogares. Quédate en casa fue la consigna.

El pueblo se expresó

Aunque no siempre suelo estar de acuerdo con las letanías de Murillo, tengo que reconocer que esta vez dio en clavo “el pueblo se expresó”. Ese glorioso 82.6% que decidió quedarse en casa, con su silencio habló muy alto. Murillo emitió un mensaje telefónico: “Vivimos un día, ayer, ejemplar, maravilloso, formidable... Un día en el que confirmamos nuestra vocación de paz. Un día de concordia, un día de alegría, de tranquilidad. Un día en que las familias se manifestaron, se expresaron y sobre todo eligieron”, eligieron quedarse en casa y darle un mensaje al régimen: ¡Aquí ya no los queremos y de que se van… se van!

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