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Sábado, 23 de noviembre de 2024
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Gustau Alegret Gobierno Petro

Petro y el uso irreflexivo de Twitter

¿Ha reflexionado sobre cómo, unos padres, pasaron de la angustia de no saber nada de sus hijos a la euforia por su mensaje?

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, se retractó en las últimas horas de su anuncio sobre el rescate de cuatro niños indígenas en la selva tras un accidente de avioneta el 1 de mayo, y aseguró que la búsqueda de los menores continúa.

El mandatario borró el tuit que escribió horas antes en el que daba por encontrados a los hermanos de 13, 9 y 4 años y el bebé de 11 meses.

Petro, adicto – como muchos gobernantes hoy en las Américas – a las redes sociales tuvo que dar marcha atrás tras darse cuenta de que la información no era cierta en ese momento.

Son los riesgos de una práctica cada vez más extendida que se defiende por querer un canal directo – dicen – con los ciudadanos, sin intermediación.

Twitter, como la mayoría de redes sociales, permite una comunicación directa, sí, pero limitada en espacio y de mucho riesgo para políticos impulsivos o poco reflexivos.

Un gobernante debe presentar sus decisiones o sus anuncios con detalles, con contexto, y Twitter no es el lugar para eso. Esta plataforma dificulta transmitir ideas y políticas complejas de manera precisa. Además, la falta de contexto y el tono ambiguo de los tweets pueden llevar a malentendidos y a una interpretación errónea de las intenciones del presidente, generando confusión, socavando la credibilidad del gobierno – en caso de errores – y dificultando el desarrollo de políticas basadas en un debate informado y deliberado.

Este riesgo se acentúa cuando quien escribe busca más satisfacer su ego – de ser el primero en decir o anunciar algo – que en cumplir con el deber de informar a la ciudadanía con rigor.

Sin duda es bueno que los gobernantes tengan Twitter. Las redes sociales pueden ser una herramienta poderosa para la comunicación directa con la ciudadanía, pero ellos deberían ser los primeros en ser conscientes de los riesgos asociados con el uso de esas plataformas; y Petro no es la primera vez que demuestra que no lo es.

¿Ha pensado Petro en pedir perdón a los familiares de los menores? ¿Ha reflexionado sobre cómo, unos padres, pasaron de la angustia de no saber nada de sus hijos a la euforia por su mensaje, y volvieron luego a caer en la zozobra y el desconsuelo?


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