En 1934 el régimen de Adolf Hitler llevó a cabo una serie de asesinatos políticos con el fin eliminar a todos aquellos amigos incómodos y garantizar lealtades absolutas. Aquella acción se denominó Operación Colibrí o la Noche de los cuchillos largos. Desde entonces hasta estos días, ha sido una estrategia predilecta de regímenes totalitarios para purgar a socios inconvenientes.
En Cuba Fidel Castro fue un maestro de la estrategia de purgas políticas ni el Che se libró ellas. En Nicaragua Ortega hasta borró de los libros de historia a sus antiguos compañeros de armas.
Venezuela vive hoy su propia noche de los cuchillos largos. Maduro ha comenzado una purga interna “anticorrupción” en la que ha caído el Zar del Petróleo. De acuerdo al opositor Juan Guaidó “Ninguna pugna interna logrará que se laven las manos. Pretenden continuar robando y aferrándose al poder, agravando la vida diaria de millones. Ni en una serie de Narcos hubo tanto descaro”.
Periodistas como Ibéyise Pacheco destacan que lo acontecido en Caracas es el resultado de un choque de trenes políticos. Una refriega entre Jorge y Delcy Rodríguez contra el hasta hace poco poderoso Ministro del Petróleo Tareck El Aissami.
Ryan Berg, Director del Centro de Estudios Estratégicos CSIS Américas, destaca que el régimen de Venezuela no tiene una estructura jerárquica definida y sus funcionarios suelen comandar amplias redes de subordinados propios con riquezas mal habidas. En este caso Tareck El Aissami estaría jugando en la línea defensiva.
En este nuevo esquema de petróleo, poder y purgas, El Aissami se desplomó vertiginosamente y sin remedio. Renunció como Ministro del Petróleo este lunes, expresando su incondicional apoyo a la presunta lucha anticorrupción del régimen.
Nicolás Maduro, quien es uno de los hombres más ricos de Venezuela. Les ha dicho a los funcionarios públicos que se sacrifiquen y sirvan desinteresadamente a la patria. En otras palabras, hagan lo que digo, pero no lo que yo hago.
Lecciones de la purga chavista anticorrupción
Venezuela es el país más corrupto de América y el cuarto a nivel mundial, de acuerdo al último informe de Transparencia Internacional. Es por eso que la lucha anticorrupción o no existe o tiene otros propósitos.
El esquema petróleo, poder y purgas. Eric Farnsworth, Jefe de la Oficina del Council of the Américas en Washington, considera queVenezuela y China usan la lucha anticorrupción como herramienta para depurar el partido y solidificar el control político. Las “cruzadas” anticorrupción a menudo son solo pasadas de factura que apenas y se disfrazan.
La dictadura de Venezuela no ha cambiado un carajo. Es un régimen del hombre fuerte e instituciones débiles. Todo, incluso el Poder Judicial son armas para someter opositores y purgar a compañeros de partido.
La nueva reyerta interna en el chavismo pareciera tener propósitos múltiples. Podría buscar apaciguar la competencia interna, reacomodar la repartición del estado botín y ofrecer una posible ficha para intercambio a los Estados Unidos. Habría que ver.
La guerra contra la corrupción no existe. Si fuera así el primero que tendría que caer sería Maduro, sobre quien pesa una recompensa de US$15 millones de dólares. Aquí también deberían estar incluidos los responsables de torturas y crímenes de lesa humanidad, los protagonistas del ecocidio en el Arco Minero y el ominoso negocio del oro de sangre.
El régimen venezolano busca legitimidad. Al igual que la dictadura de Nicaragua, Maduro busca desesperadamente lavar su imagen y eliminar sanciones. La narrativa anticorrupción encaja como anillo al dedo con el supuesto diálogo, la recuperación económica, la lucha contra el narcotráfico y otras fábulas de Esopo.
Más allá de las mentiras oficiales, lo que Venezuela necesita es un cambio real, sin dictadura y con democracia. El cambio debe partir con la liberación inmediata e incondicional de 282 presos políticos. Trazar una hoja de ruta para retornar a la democracia y garantizar la celebración de elecciones libres, justas y que incluyan a los 7 millones de exiliados por el régimen. Este puede ser un buen comienzo.