Además de generar rentabilidad, las empresas y negocios deben tener un impacto social y ambiental para sobrevivir, que va más allá de la filantropía y la responsabilidad social.
Sin embargo, el 30% de las empresas de América Latina todavía no cuenta con una estrategia de sostenibilidad o de criterios ASG (Ambientales, Sociales y de Gobernanza), e incluso las empresas que generan triple impacto no saben a ciencia cierta porqué deben hacerlo.
Por ejemplo, según el estudio “La sostenibilidad en la agenda del liderazgo latinoamericano”, las razones por las cuales las empresas han decidido tener una estrategia de sostenibilidad son la reputación empresarial (68%), parte del propósito de la compañía (63%), el compromiso de la junta directiva (62%) y la exigencia de los clientes (32%).
Los líderes entrevistados en ese estudio no tuvieron en cuenta otros factores que demuestran que tener una estrategia ESG o de sostenibilidad crea valor y disminuye riesgos de los cuales puede depender la supervivencia de la empresa.
Según McKinsey, muchos estudios alrededor del mundo demuestran la correlación entre una propuesta sólida de sostenibilidad o ASG y una mayor rentabilidad, la reducción de costos, la reducción de los riesgos legales, las ventajas financieras en préstamos y calificaciones crediticias, el aumento en la productividad de los empleados, y la optimización de la inversión y los gastos de capital.
Aunque en América Latina la presión de los consumidores todavía no es tan fuerte,la encuesta de McKinsey asegura que en Europa y Estados Unidos el 70% de los encuestados pagarían un 5% más por un producto ecológico si cumpliera las mismas normas de rendimiento que una alternativa no ecológica, en productos como automóviles, construcción, electrónica, muebles y envases.
Según las investigaciones de McKinsey, las empresas que han llevado más lejos sus estrategias de sostenibilidad han logrado reducir hasta en un 60% los costos de producción al hacer un mejor uso de recursos como materias primas, energía, agua y residuos.
Otro punto importante para las empresas son los riesgos que implican las regulaciones estatales y una buena estrategia de sostenibilidad puede mitigar esos riesgos o el acceso a subvenciones públicas por buenas prácticas.
Por ejemplo, 16 países firmaron el Acuerdo de Paris y se comprometieron a reducir sus emisiones de Gases Efecto Invernadero a 2030. Buena parte del plan de los gobiernos para reducir dichas emisiones está en exigir metas ambientales cada vez más ambiciosas a las empresas.
En muchos países la legislación ambiental se encuentra en etapas tempranas de desarrollo, sin embargo, tarde o temprano llegarán y las empresas que incorporen en su estrategia este triple impacto tendrán la posibilidad de incurrir en menos costos y multas.
Igualmente, mercados como el de Europa están exigiendo altos estándares de sostenibilidad para los productos importados, lo que dejará por fuera a muchos competidores, pero también les abrirá las puertas a las empresas más sostenibles.
Las empresas y negocios son un gran actor en la construcción de un mundo más sostenible para nosotros y para las generaciones futuras. A través de ellos se logra permear a buena parte de la sociedad: los consumidores, los gobiernos, otras empresas.
Solo aquellas organizaciones que apuesten por el desarrollo de productos y servicios con triple impacto (económico, social y ambiental) podrán sobrevivir y fortalecerse.