Aprovechar sosteniblemente la naturaleza en América Latina: una estrategia clave para el enfriamiento global
La agricultura, la silvicultura y otros usos del suelo son responsables del 25% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a nivel mundial. En América Latina, este sector contribuye aproximadamente con el 56% de las emisiones totales, superando incluso al sector energético. Por tanto, si los países latinoamericanos desean alcanzar sus ambiciosas metas de descarbonización para 2050, gran parte de sus acciones y políticas deben enfocarse en el sector AFOLU (Agricultura, Silvicultura y Otros Usos del Suelo).
Al analizar las causas de las emisiones, se observa que aproximadamente el 38% proviene de la deforestación, es decir, del cambio de uso del suelo, mientras que el resto se debe a las actividades pecuarias. Según el Forest Declaration Assessment de 2022, "la deforestación bruta mundial alcanzó los 6,6 millones de hectáreas", con un aumento del 4% respecto al año anterior. En América Latina, el incremento fue del 8%, lo que indica una pérdida de bosques más acelerada que en otras regiones del mundo.
Las causas de la deforestación en América Latina son diversas: desde la minería ilegal y la expansión de la frontera agrícola para establecer pequeños pastizales, hasta la agricultura de tala y quema realizada por agricultores de subsistencia con tenencia de tierras inestable, y la ocupación de tierras ilegales que luego se venden a grandes industrias.
Por otro lado, las emisiones causadas por las actividades agropecuarias aumentan cada año debido a dos factores: el crecimiento demográfico en la región, que varía entre el 16% y el 29%, y la importancia de la agricultura como fuente económica, tanto para el consumo interno como para la exportación. Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), "la principal fuente de emisiones agrícolas es el metano procedente de la fermentación entérica de los rumiantes, principalmente del ganado vacuno". Las emisiones de óxido nitroso derivadas del uso de fertilizantes sintéticos también son significativas.
El BID concluye que "la descarbonización en los escenarios de los países se logra principalmente mediante la reducción de emisiones derivadas del cambio de uso del suelo, no de las emisiones agrícolas". Un estudio científico realizado en Colombia y liderado por The Nature Conservancy muestra que las Soluciones Naturales del Clima (NCS, por sus siglas en inglés) son oportunidades costo-efectivas de mitigación. Este estudio identifica tres soluciones con el mayor potencial de reducción de emisiones para 2050:
- Conversión Evitada de Bosques (CEB): Acciones para prevenir la pérdida de bosques naturales, con un potencial de mitigación de 54,06 millones de toneladas de CO2 equivalente, o el 36% de la meta nacional.
- Restauración de Bosques (RB): Acciones que facilitan la recuperación natural de bosques, con un potencial de mitigación de 16,18 millones de toneladas de CO2 equivalente, o el 10% de la meta nacional.
- Árboles en Tierras Agropecuarias - Silvopastoriles (ATA): Acciones para mejorar la sostenibilidad de la ganadería, con un potencial de mitigación de 11,15 millones de toneladas de CO2 equivalente, o el 7% de la meta nacional.
Estas soluciones no solo tienen el potencial de reducir significativamente las emisiones de GEI, sino que también pueden generar beneficios adicionales en términos de conservación de la biodiversidad, seguridad alimentaria y desarrollo rural. Sin embargo, para aprovechar plenamente estas oportunidades, es necesario un compromiso decidido por parte de los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil. Es crucial establecer políticas y marcos regulatorios sólidos que fomenten la adopción de prácticas sostenibles y promuevan la inversión en soluciones climáticas basadas en la naturaleza.
En la era de los Acuerdos de París, frente a una necesidad colectiva de reducción de emisiones de 280 mil millones de toneladas de CO2 equivalente, donde el 80% de esta demanda proviene del Norte global, se presenta una gran oportunidad no solo climática, sino también económica y social. La descarbonización de la agricultura y la silvicultura no solo es una necesidad imperativa desde el punto de vista climático, sino también una oportunidad para construir un futuro más resiliente, equitativo y próspero para las generaciones presentes y futuras en América Latina.