Quedó claro. Las sanciones funcionan. La excarcelación de 222 presos políticos en Nicaragua no fue casualidad. Ortega se tragó sus amenazas y dobló sus rodillas. No hubo cadena perpetua, sino excarcelación inmediata.
El tirano cedió, los presos políticos jamás lo hicieron. Ortega intentó quebrarlos, arrodillarlos y hacerlos claudicar. No pudo. Las sentencias políticas se escriben en la arena y no en mármol. Tienen el peso moral de quienes las formulan y la legitimidad de quienes las emiten.
¿Por qué negoció el tirano?
No hay almuerzo gratis. Los criminales no hacen actos de bondad repentinos. No dan concesiones cuando se les pide, sino cuando las necesitan y Ortega estaba contra las cuerdas. Rusia y China no aportaron un chelín al Presupuesto General de la República este año. Estados Unidos sigue siendo el principal socio comercial y el principal generador de empleos formales mediante las empresas de dicho país, al que Ortega llama “el imperio”.
El régimen busca desinflar una crisis interna que podría estallarle en la cara. El Poder Judicial, Ejército y principalmente la policía se le están revelando. Los ha castigado, despedido y encarcelado. Nada calma la rebelión silenciosa en la granja sandinista.
Económicamente, el régimen esta con el agua hasta el cuello. Asfixiado por las sanciones y la presión internacional. Con la excarcelación busca lavar su imagen y remover algunas restricciones. Como dijo una congresista estadounidense, de cuyo nombre no quiero acordarme: “Its all about the Benajamins baby”. Es una decisión estrictamente económica.
Acumulando crímenes que no se borran
Ortega sigue añadiendo crímenes de lesa humanidad a su expediente. El Estatuto de Roma establece que tanto la tortura, como el traslado forzoso, son crímenes de lesa humanidad. La Declaración Universal de Derechos Humanos también señala que NADIE podrá ser arbitrariamente privado de su nacionalidad, detenido, ni desterrado.
No son señales democráticas
El dictador no está enviando señales democráticas. No nos enredemos. Esta dispuesto a cambiar un poco para que no cambie nada. Busca crear condiciones estables para heredar el poder a sus retoños. La democracia no está en sus planes inmediatos.
El juego de la extorsión. Ortega excarceló a más de 220 presos, es la segunda vez que lo hace, la primera fue en 2019. Nada cambió. Es muy probable que el próximo año Ortega tenga un número similar o mayor de detenidos. Los rehenes siempre le son útiles para maniobrar, oxigenarse y atornillarse en el poder.
La apremiante unidad opositora
Al salir de la cárcel la oposición nicaragüense se fortaleció y aprendió una lección que no enseñan en la escuela: a los tiranos solo se les derrota con unidad. Las diferencias se dejan para más tarde.
La derrota de Ortega
La dictadura busca golpear la moral de quienes jamás logró quebrantar. Al igual que las sentencias espurias y las amenazas de cadena perpetua, el destierro y el despojo de la nacionalidad nicaragüense, tampoco serán para siempre.
A Ortega le salió el tiro por la culata. Cuando intentó quedar como el magnánimo encarcelador, no contaba con Monseñor Rolando. Su testimonio y resistencia es un gancho al hígado a la narrativa oficial. En Nicaragua no hay libertad, no hay democracia y todavía quedan más de 35 presos políticos que reclaman libertad.
Los desterrados por el régimen son otro golpe certero a las mandíbulas mentirosas de la dictadura y su falsa normalidad. Ahora son 222 voces valientes que gritarán al mundo los crímenes de lesa humanidad del dictador y su iracunda consorte.