Ronald Reagan estaba convencido que “La guerra no llega cuando las fuerzas de la libertad son fuertes, sino cuando son débiles. Es entonces cuando los tiranos se sienten tentados”. Su teoría de “paz a través de la fuerza” ha vuelto. Donald Trump así lo ha anunciado.
Las narcodictaduras no salen con declaraciones contundentes. Nicolás Maduro lo sabe muy bien. El régimen tiene que ser golpeado política, económica y militarmente. Es la única manera de garantizar su irrevocable y definitiva salida del Palacio de Miraflores.
El grave error de la cohabitación. El dictador de Venezuela tuvo un par de años de levantamiento de sanciones, transacción de reos convictos, acuerdos petroleros, reconocimiento internacional e impunidad total. La normalización no lo democratizó, lo hizo más fuerte.
Corea del Norte y Venezuela en el mismo ranking. El Presidente Electo de Estados Unidos, Donald Trump, designó a Richard Allen Grenell como Enviado Presidencial para Misiones Especiales”. Su tarea es garantizar la paz a través de la fuerza.
Las sanciones funcionan. En Siria las sanciones pusieron contra la espada y la pared a los militares. Ante la crisis financiera comenzaron a venderles armas a los rebeldes para sobrevivir. La falta de recursos les hizo cuestionar sus lealtades al tirano.
La Ley Bolívar. La iniciativa aprobada por el Congreso y liderada por Michael Waltz, designado como Asesor de Seguridad Nacional del Presidente Trump, es otra herramienta poderosa que corta de raíz cualquier tipo de negocio de empresas estadounidenses con el régimen venezolano.
La respuesta diplomática. Es urgente establecer una alianza internacional que reconozca al legitimo ganador de las elecciones venezolanas. Edmundo González Urrutia es el único presidente electo. Todo lo demás es un apoyo tácito o abierto al tirano chavista.
Venezuela no puede esperar hasta el próximo año. Una medida inmediata puede ser incrementar la recompensa contra Maduro de 15 a 100 millones de dólares y cancelar las jugosas licencias petroleras que lo mantienen vivo.
Perder el miedo a la crisis migratoria. Las voces que proclaman la necesidad de apaciguar al tirano o negociar un control migratorio se equivocan. Un acuerdo temporal únicamente garantiza una autocracia permanente. Una dictadura institucionalizada.
Dentro y fuera de Venezuela las cosas han cambiado. En un contexto de persecución, represión y grandes desafíos el pueblo de Venezuela se comió sus miedos y salió a votar. Maduro perdió y perdió en grande. Una montaña de votos lo sepultó para siempre.
Una derrota legitima. Maduro impuso las reglas, los jueces, las fechas. Todo. Su derrota fue aplastante y sin margen de error. No pudo repetir la hazaña de Hugo Chávez y apostó al modelo de Ortega en Nicaragua. Robarse las elecciones y aumentar la represión.
Nicolás Maduro confía en que lo peor que le puede pasar es un Guaidó 2.0, pero la realidad lo amenaza con un Al-Assad 2025. Un dictador arrinconado, solitario y con sus días contados.
Las próximas semanas y días decidirán los años venideros para Venezuela. La tiranía o la libertad. La prosperidad o la miseria. El momento y los actores son los precisos. Maduro tiene que irse y tiene que hacerlo ahora.
*El autor es periodista exiliado, exembajador ante la OEA y exmiembro del Cuerpo de Paz de Noruega. Es exalumno del seminario de Seguridad del National Defense University y el curso de liderazgo de Harvard y Harvardex.